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Carlos Avalos

Carlos Avalos

Educación teológica y sus bondades y desafíos hoy. 

Por Carlos Ávalos

Porfesor de Semilla y Pastor.

Toda educación es valiosa en sí, según como sus fines y propósitos la precisen, pero también como el educando la estime. En el caso de la enseñanza teológica me atrevo a decir que es una de las formaciones con más desafíos que bondades en nuestras realidades, al menos en lo que me ha tocado vivir, pero las bondades, ofrecida su eficacia al conocer el mensaje de salvación –Jesús–, es lo que me ha dado la formación esencial para estar en el camino de búsquedas y respuestas ante desafíos. 

Primero, como estudiante de teología he cursado en distintos ámbitos y niveles de enseñanza tanto bondades como desafíos. Bondades porque he aprendido a conocer mejor a Jesús quien es mi salvador. Desde mis primeros pasos en la escuela bíblica dominical, cuando se nos hablaba de las “grandes interrogantes de la vida”, en estudios de SEAN y los saberes bíblicos sobre paz, justicia, no resistencia, es decir, búsqueda de Jesús en lo cotidiano. En esa formación teológica –aproximarme a conocer al Dios de la vida– desde la perspectiva del seguimiento a Jesús, he aprendido no solamente valores universales del bien y discernimiento del mal, sino a concretizar el amor infinito del Señor en los-as otros-as, he aprendido a ser prójimo. 

Ser prójimo sin pretender que él o ella sea como “yo”, porque al final es como Jesús que aspiramos ser –según la teología anabautista–, ser compañero-a en un transitar de la mano del Señor porque el otro-a (educador-a) me tomó de su mano y me ha discipulado (instruido) sobre cómo llegar a conocer y seguir a Jesús. 

Muchas lecciones las he vivido desde la necesidad y la carencia del sin sentido de la vida que se ha nutrido de propósito en el aprendizaje o conocimiento del Dios de la vida, que le da rumbo y designio a mi ser: en el día a día, en una temporalidad muy desafiante (el mundo). He tenido otros aprendizajes en la consecuencia, porque algunas decisiones sin tino generan en mí mayores desafíos en la búsqueda de las misericordias de Dios que son nuevas cada hoy. 

Es en ese sentido que el aprendizaje ha sido una especie de simbiosis de bondades y desafíos. A veces en lo distónico espiritualmente hablando y otras veces sintónico, rectificado en el camino, en la verdad y en la vida; he aquí la bondad de la teología que me permite esos momentos de mayor búsqueda del carácter de Jesús para ser en este mundo de significativos desafíos.

 Desafíos significativos porque cada día tiene su propio afán, su particularidad y sus retos. Es el conocimiento o aproximación en el conocer a Dios (estudios de teología) que he podido enfrentar con certeza y confianza los desafíos personales, pero también aquellos desafíos que ahora en la reproducción de lo aprendido me retan a ir mostrando que si es posible desarrollar mejores estilos de vida cuando llegamos a conocer mejor a Jesús.    

Sí, conocer a Jesús, estudiar con interés, eso me ha dejado claridad dados los propósitos de los estudios en la teología desde una perspectiva anabautista. Siendo que mi identidad como anabautista me ha producido también ser caño o facilitar a otros-as esta hermosa bendición de conocimiento, ese es otro desafío que me ha tocado enfrentar. 

Segundo como facilitador. Facilitar procesos de aprendizajes sobre teología es un gran desafío en nuestras realidades, particularmente en Nicaragua, me arriesgo a señalar que en latino américa. 

Dije que los estudios teológicos me ayudaron a encontrar el camino, la verdad y la vida que es Jesús: porque quienes me tomaron de la mano tenían claros propósitos de mostrarme con evidencias en mano tales precisiones, pero en lo personal me interese en dejarme acompañar y despojarme de dogmas, doctrinas, conocimientos y prácticas que me alejaron del camino, es decir, el estudio de la teología me ayudó porque yo permití dejarme guiar sin despojarme de la reflexión personal.

Estos elementos clericalitas: dogmas (doctrinas), creencias (tradiciones), prácticas (religiosidad) que nos alejan de Jesús y que se encuentran empotrados en nuestros corazones pueden y deben ser desarraigados, enormes desafíos que asumimos como facilitadores de procesos en el aprendizaje-enseñanza, pero es necesario dejarle el lugar a aquel que es quien convence, consuela y guía. 

El desarraigo doctrinal, tradicional y religioso en sí no deben ser descalificados, porque como desafíos en los conocimientos de facilitación de aprendizaje-enseñanza no se trata de un acto sino de procesos. Porque, primero debo estar convencido que el andar en el que voy no es el camino, aunque me “motivan” (fe positiva) no me dan la posibilidad de ser, peor aún no puedo reconocer al otro-a.  

Para asumir esos desafíos de desarraigo, encontré que una manera de facilitar los procesos en los cuales sigo el camino, la verdad y la vida es fijarme en Jesús. Por eso en todo y ante todo para mí como facilitador de conocimientos en la palabra escrita de Dios, Palabra encarnada, se ha convertido en la estrategia esencial hacia lograr acompañar a otros-as que tienen el interés y no solo “motivarles” sino proponerles reflexionar juntos-as. 

El desarraigo nos radicaliza poniendo a Jesús como el centro de nuestra fe, Él es el maestro y yo me convierto en un caño porque el conocimiento lo genera la reflexión que hace el estudiante dentro de un contexto comunitario de aprendizaje-enseñanza.

Esa es una manera que he encontrado para enfrentar los desafíos en la educación teológica actual, poner como centro del aprendizaje no el contenido doctrinal, ni la creencia o tradición menos que se hagan por prácticas de la religión, aclaro que no las descalifico, sino que para mí experiencia el centro debe ser aquel que entregó y dejó un modelo, quien se hizo camino para poder llevarnos al Padre, no puedo conocer (teologar) el mensaje de Dios sin tomar en cuenta quien me mostró al Padre, quien es la Palabra, quien hizo rupturas con los dogmas, las tradiciones y la religiosidad, ese es Jesús.

Es pues urgente reconocer los desafíos en la educación teológica actual, pero también que tengamos la posibilidad de encausarnos en el camino, comprometernos tomados de la mano del otro-a y en Jesús.